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jueves, 19 de diciembre de 2013

EL RECAUDADOR

Se caló el gorro de estibador hasta las cejas, abrochó el tabardo que lo hacía sentirse un viejo soldado y, al salir por la puerta de la calle, hizo un ademán a su colega para que lo siquiera de cerca, a no más de tres metros de distancia sin perderlo jamás de vista. Eran las normas de cada año. Y no habían fallado en todo el maldito tiempo que llevaban recaudando, por lo menos tres lustros ya. Caminaron de cara al viento frío de diciembre, que helaba cualquier posible ilusión antes incluso de que empezasen a iluminársete los ojos, y que te pegaba al suelo las suelas de los zapatos anunciando el frío más seco de tu vida. Las tiendas que debían visitar estaban bastante cerca, todas en el modesto barrio obrero, así que calculó mentalmente que, si no había problemas, apenas tardarían una hora en hacer la entrega. Luego, directos al bar de Manuel: un carajillo, una enorme tapa de tortilla y unas manos de tute hasta la hora de comer.

Abrió la puerta de la farmacia empujándola y haciendo así sonar la estúpida campanilla que llevaba colgada un papá noel de cartón con guirnaldas, más estúpido aún. 

—Vengo a buscar el dinero —dijo simplemente a la muchachita de bata blanca que lo miró con cautela sin reconocerlo.

—La dueña no está... —argumentó ella.

—Pues, avísela, señorita —replicó el hombretón atreviéndose a levantar el auricular del teléfono y tendiéndoselo a la asustada moza—. Dígale que soy El Calvo. Ella sabe...

La chica intentó comunicar con su jefa en varias ocasiones, cada una de ellas más nerviosa al percatarse de que la otra no contestaba ni al fijo ni al móvil, y de que otro individuo, seguramente compinchado con este, parecía guardar fuera la entrada. Y daba la casualidad de que no venía ningún cliente... Al borde de la histeria, intentó negociar con el matón:

—No, no me coge... ¿No podría usted acercarse mañana?, así yo tendría tiempo de avisarla y ...

El gigante la miró entonces desde su olímpica altura, se remangó los brazos y lentamente apoyó los codos en el cristal del mostrador, justo encima de los cepillos de dientes de viaje y los caramelos para la halitosis.

—Lo lamento —dijo paladeando cada sílaba como si fuera la última antes de empezar a machacarle el cráneo contra las estanterías— pero la recaudación es esta mañana y no otro día, como pasado es el sorteo y no otro día.

—¿El sorteo?, ¿qué sorteo? —acertó la mente de la joven a ordenar esa idea entre el caos de pánico que la embargaba.

—El del gordo de la lotería de Navidad, por supuesto. A eso vengo, señorita, a recaudar lo que se haya vendido en participaciones de nuestra asociación "Calvos sin Fronteras", ya sabe que tocar una calva da suerte. A ver si este año toca por lo menos una pedrea..., ¿no?



4 comentarios:

  1. Me permite un par de sugerencias: "avísele" en lugar del laísmo "avísala", e "intentó comunicarse" en lugar de "intentó comunicar".

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    1. Disculpa, pero se trata de un verdadero objeto directo femenino, no de un objeto indirecto, en cuyo caso sí sería "le". No obstante, gracias por tu atención, Anónimo.

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  2. Me parece también que no se puede intercalar una coma entre dos signos de interrogación: "¿El sorteo?, ¿qué sorteo?"

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  3. De nuevo tengo que contradecirte con el apartado 2. C de la RAE
    en su normativa sobre signos de exclamación e interrogación: "c) Tras los signos de cierre puede colocarse cualquier signo de puntuación, salvo el punto. Lógicamente, cuando la interrogación o la exclamación terminan un enunciado y sus signos de cierre equivalen a un punto, la oración siguiente ha de comenzar con mayúscula (→ mayúsculas, 3.4.1): No he conseguido el trabajo. ¡Qué le vamos a hacer! Otra vez será."
    El enlace es http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=bH8aKhoE1D6eF5Wp4C

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