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viernes, 29 de noviembre de 2013

LA REVOLUCIÓN QUE NACE Y NO SE HACE

Aquellas tres ratitas presumidas, de apenas cuatro años, de seguro no sabían nada de democracias, ni sentido de la justicia; mucho menos de defensa de la propiedad privada o de lucha de clases frente a la autoridad prepotente. Sabían hablar, y ni siquiera demasiado bien alcanzaban a pronunciar palabras algo  complicadas de más de dos sílabas. Mas esa mañana, cuando la policía y la grúa intentaban llevarse el coche de su tía, bien aparcado pero obstaculizador de una feria en la calle programada por sorpresa, como tres fieras corrupias se lanzaron sin tregua al ataque verbal y casi físico de unos sorprendidos funcionarios con armas infantiles y, por ende, indestructibles por genuinamente humanas: la vehemencia, la heroicidad y el sentimiento de grupo.

—¡"Pulicía" malo, que es el coche de la tía!—berreaba encolerizada una.

—¡Ella no sabía que iba a "escorbar" la feria!—argumentaba otra agarrada de la mano de su madre, que entre abochornada y divertida trataba de desaparcar el coche, en tanto la tercera, con los brazos en cruz se interponía entre los agentes y el vehículo.

—¡"Patrás, patrás"! No vais a pasar, ¿eh?—amenazaba.

Sin tensión que cupiese, sino más bien con una sonrisa, los uniformados cedieron.

—Llévese el auto, señora, y vigile a estas tres revolucionarias en potencia...

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