Supo después de años de la muerte de Lola de la Mancha que esta anciana malhumorada, sombría y creía que perpetuamente cabreada, había sido una escepcional e incluso afamada cantadora local. Al parecer, decían las crónicas que cuando ella se dignaba, por espontánea aclamación popular, a entonar unas coplas durante el descanso de la orquesta contratada para los festejos parroquiales, los mismos ángeles bajaban a la tierra a tomar nota de sus trinos, y que más de algún empresario de variedades quiso contratarla para actuaciones en teatros de la capital. También aclaraban dimes y diretes de viejos que su marido, quizá por celos, un día le cortó la espita de aquella frivolidad musical prohibiéndole volver a cantar jamás en público, y que ella, de recién casada jovial y sonriente se transformó en una sombra oscura reprimida de su natural ser que tampoco quiso arrullar con nanas a sus hijos.
Cuando pensaba en Lola de la Mancha, hija de soltera y casada con un autoritario labrador hacía menos de un siglo, veía la versión psíquica de la ablación en su propia sociedad occidental.
Grandioso amiga. Me da mucha tristeza saber que es la historia de tantas mujeres. A veces juzgamos sin saber..y detrás de cada persona siempre hay alguna historia que contar. Besos
ResponderEliminarA ti. Gracias
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