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lunes, 26 de agosto de 2013

HIPOTECAS PROTEGIDAS

—Con ellos no se juega, güey, que son vampiros chupasangre, pero,  la neta que yo tuve suerte, no más, en cierta ocasión. Y les gané, les gané un chingo de lana, bueno... para mí fue un chingo, para ellos no era nada. Fíjese que entonces uno estaba cobrando bien, no era naco, corrían los noventa y me emplée en la administración pública, que al saber lo llaman suerte, con un contrato por tiempo determinado, el que dicen precario, pues. Y aunque allá no hacemos esto, aquí me ahorré una platica para comprar una casa chida en un chido lugar que encontré al poco por el diario y que fui a visitar en menos que canta el gallo. Pero no había coraje a financiarme en ninguna entidad, güey, mucho choro del apretado, mucho chance, sí, pero, la neta, no tenían blanquillo. No me azoto, ni hasta donde me habían abierto la cuenta vivienda un año antes querían... Al final, ¡ajuaa!, los de Caja Madrid lo hicieron, me dieron el ok tras mirarme enojados como quien chupa un limón, mandarme al perito y hacerme el mapa genético, si me descuido. Pero me concedieron el crédito, además de un seguro de cincuenta mil pesetas —trescientos euros— que yo había visto en los anuncios y que también quería para que me pagasen doce meses de hipoteca si me botaban del laboro, chavo. 
—Y te botaron...
—Sí, me botaron. Y Mapfre pagó cada mes de mi paro, cuate. Je, je,je. Creo que debían de tener una foto mía colgada en la oficina y jugaban a dardos con mi jeta, güey. Porque después subieron el precio de ese producto hasta que lo borraron de la publicidad del banco. No hay que jugar con ellos, chavo, porque casi siempre te clavan, pero si alguna vez ves chance, ándale, pues.

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