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martes, 11 de junio de 2013

CATARSIS

Hoy se mide el equipo de su pueblo y de su alma, el Carnotaedo, —¡y nada menos que jugando en el gran estadio del líder!— contra el rival de segunda regional Vacamorrida, para lograr la soñada copa provincial. Él se acomoda entre su padre y su madre en una de las filas centrales que la organización les ha reservado a los apenas seiscientos hinchas de cada bando. El resto de los treinta mil asientos vacíos en derredor le da igual. We are the champions, como grita tarareando el núcleo alborotado de los chavales mayores que él bien conoce por sus nombres y apodos. A los demás aficionados que hoy han acudido a arropar al equipo del alma no los ha visto en su corta vida, está seguro, pues alrededor del pequeño campo del Carnotaedo se saludan todos los domingos las mismas caras, y aún se tiran unas cuantas pullas después del sorteo de la botella de güisqui en el descanso, je, je... A su padre le tocó una vez, pero mamá le hizo regalársela al tío Manolo. No le gustó nada, pero... las mujeres mandan, chaval, le dijo su viejo mirándolo fijamente. Seguro que todos estos son amigos y familiares de los del pueblo.
El partido ya empezó hace rato y las cosas no pintan nada bien. El árbitro no hace más que señalar faltas a los suyos, pobres, mientras cierra los ojos aposta ante los sachazos de los contrarios. Su padre ya está rojo, casi morado de ira. No es para menos. Y el panadero, como siempre, ha bajado a pie de césped y está soltándole por esa boca negra al juez de línea todas las letanías de insultos que se le ocurren por la noche antes de dormirse. Van ya dos a cero. La suerte tiene que cambiar. Papá quiere ir al ambigú, pero mamá le echa una mirada de las de tevasaenterar, entonces le pido que me traiga más pipas para darle una coartada, aunque entonces ella, tan lista, me dice que vaya yo a por ellas. 
-Hijo de la gran puta, te voy a romper los huesos y me voy a hacer palillos con ellos, buuuuuuuuuuuuurrrrrrrrrrroooooooooooo!!!!!! —brama papá descontrolado, en tanto, ella permanece impertérrita.
Cuatro cero. Dios mío, nos vamos a ir del estadio sin haber metido siquiera un gol.... Sí, nos hemos ido. Fin del partido. Los chavales tifosi se levantan al unísono y siguen agitando las banderas que en todo el partido no han reposado un segundo en sus cuellos.¡¡Campeoooooooooonnnnneeeeeeeesssss!!! ¡¡Campeooooooooooooonnnnnneeeessss!!! Todo son olas, aplausos, botes y más olas. Le pregunta a su padre, que ahora sonríe como un niño:
-¿Por qué estamos felices, si han perdido?
-Pero la rabia que hemos soltado..., hijo mío. ¿Verdad, María?, y mira pícaramente a su madre, que ahora se carcajea como unas castañuelas dando saltitos en la grada.

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